15 sept 2008

Suspiros, quebrantos...

Seguro que alguno de los que lo estan leyendo ha sentido, o está sintiendo, esa sensación hacia otra persona, esa necesidad de ella, ese algo que te quita las ganas de respirar, que te ahoga, una presión en el pecho, como si estuvieras a miles de metros de profundidad, a bordo del Nautilus, sabiendo que nunca podrás escapar, porque tu capitán Nemo no te lo permitirá. Una prisión de acero, irrompible, oscura y solitaria porque careces de la compañia del fiel Consejo, pero de la cual jamás querrias fugarte porque, a riesgo de perder la razón si no la has perdiste ya, sabes que te llevará en un viaje de placeres y sensaciones nunca visitadas, emociones que nunca soñaste vivir y que, sin embargo, no podrás tocar, solo podrás observarlas a través de un cristal de 25 cm de grosor y ver como se alejan, se alejan... Entonces solo queda maldecir y rogar para que el inútil timonel del submarino sepa encontrar el puerto donde disfrutar de ellas. Y si por cualquier casualidad te encontraras bajo una gruesa capa de de hielo, lo único que puedes hacer es rezar a cualquier dios o demonios de religiones olvidadas para que acuda en tu ayuda y te transporte a ese mundo que viste pasar y dejaste escapar

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